domingo, 14 de febrero de 2010

Reino de tinieblas: Sobre héroes y tumbas

"Cada uno de los soldados al llegar al establo será alimentado con sus propias canalladas, convertidas en excremento real (no metáforico). Sin ninguna clase de consideración ni acomodos. Nada de que al hijito del señor ministro se le permita comer pan duro en lugar de su correspondiente caca. No, señor: o se hacen las cosas como es debido o no vale la pena que se haga nada. Que coma su mierda. Y más todavía: que coma toda su mierda".

Este es Fernando Vidal, personaje cruel y paranoico y, como se podrá notar, lleno de una rabia carcomedora porque odia a todo el género humano. Sin embargo, sus frases dan cuenta de la degradación que atraviesa toda la novela. Una ciudad de pesadilla con sus grúas dispuestas a picotear, sus ferrocarriles engullentes y soledades escondidas detrás de las ventanas. El pesimismo define las descripciones y las historias aparentemente fragmentadas que se combinan con los relatos sobre los héroes muertos en batalla, especialmente del líder de la independencia suramericana Juan Lavalle.

La ironía despiadada cautiva al lector, como en esta frase de Alejandra: "Molinari es un hombre respetable, un pilar de la Nación. En otras palabras un perfecto cerdo, un notable hijo de Puta".

La historia se divide en cuatro partes: El dragón y la princesa, Los rostros invisibles, Informe sobre ciegos y un Dios desconocido. Comienza cuando Martín cuenta a su amigo Bruno cómo conoció a Alejandra en una plaza y hace comentarios inconexos sobre ella. El tiempo de la narración se ubica durante la presidencia del socialista Juan Domingo Perón.

Sobre héroes y tumbas comienza con un tono lúgubre y casi fantasmagórico en que las repeticiones, la profecía y la fatalidad marcan cada frase. En la segunda parte el ritmo se apacigua y Sábato narra los encuentros y desencuentros de Martín y Alejandra; el amor, como en la novela El túnel, tiene matices de tragedia. Los recorridos de Martín y Alejandra (dos desarraigados) por parajes urbanos de descastados e inmigrantes como el polaco Vania; se detienen en los reductos de la glorias perdidas.

Sábato explora también el mundo de las obsesiones profundas de sus personajes, que los llevan a elegir un destino en el que no hay espacio para el azar. Las pesadillas de Alejandra y sus movimientos sonámbulos son metáfora de la patria desgarrada: "¿Qué es nuestra patria sino una serie de enajenaciones?"

Finalizo con el acertado comentario de Germán Espinosa en su colección de ensayos La Libre y la Luna: "La novela vive-felizmente-más ocupada con el Demonio que con el creador. Se mueve, al fin y al cabo, en las tinieblas del primero, en su reino de carne y de muerte".

Sobre Héroes y tumbas
Editorial Suramericana, 1987

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