domingo, 10 de enero de 2010

Palabras en el viento

"Pueblo pequeño, infierno grande"; parece ser uno de los refranes de esta historia en la que el tiempo se alarga de repente y hay una tragedia en lo exterior (los chismes, la defensa de la moral) y en el interior de sus personajes (el deseo de hacer algo por sí mismos, la amistad). Justin-el narrador- se enamora de la vida de su tía Dolly, un personaje especial y sutil, amante de las cosas diminutas, como las yerbas que acumula para hacer un remedio contra la hidropesía.

El relato está escrito en un ritmo más bien lento y concentrado en las descripciones que caracterizan al autor (su cabello daba la sensación de que acababa de meterse entre un barril de harina), las metáforas desbordantes (La lluvia se había espesado hasta tal punto que un pez podría haber nadado en el aire) y los comentarios irónicos del narrador: "Yo trataba de parecer apesumbrado y triste porque sabía que eso los complacía".

Ese tiempo mágico en el que pasan cosas extrañas como la llegada de una mujer predicadora con un montón de niñitos, evoca algunos relatos de Gabriel García Márquez; solo que la forma en que son contados capta ese universo de poblado sureño en el que todo se conoce por el chismorreo de la gente y hasta por las palabras que el viento arrastra como en un arpa inmensa. El arpa de hierba, por ese misterio de lo diminuto, evoca también la obra que Capote escribió a sus 23 años: Otras voces otros ámbitos.

El autor cuenta que en la búsqueda de la escritura se puso a reproducir lo más fielmente posible aquellas conversaciones que escuchaba todos los días y poco a poco, a través de ellas y de lo que le brindaban otras artes- fue encontrando su propio estilo. Ese proceso se nota en el empleo de los diálogos que captan voces tan enredadas como la de la india Katherine.

Las soledades de los personajes se encuentran en la casa del árbol, descrita como una especie de barca flotante. Esos momentos definirán un cambio espiritual en cada uno y quizás, en el lector.

El arpa de hierba
Capote, Truman

viernes, 1 de enero de 2010

La sencillez de un cuento

Myers, un inquilino de cara triste, se aloja en la casa de una mujer muy gorda y un hombre con un brazo dañado. Las miradas curiosas de la pareja al visitante solitario, el sonido de la televisión y los sueños de los durmientes crean un entorno que fluye a la par con los diálogos. "Leña"; este es el primer cuento de una serie de relatos escritos por Raymond Carver que quedaron sin publicar hasta después de su muerte. Su viuda, la poeta Tess Gallagher, con ayuda del editor de Carver, los publicó bajo el título de uno de los cuentos: "Si me necesitas, llámame".

En ¿Qué quereis ver? detalles pequeños como la limpieza de la casa, las mejllas encendidas de Betty y el anillo de matrimonio, envuelven con ternura el drama de una pareja que va a tomar su camino por aparte. Un tema que podría ser cursi es tratado por Carver de una forma tan sutil que deja los sentimientos al lector.

El siguiente relato es sobre lo que nosotros contamos semi-dormidos a quien duerme a nuestro lado: "Sueños" . En ellos y en las conversaciones se desarrolla la historia triste de la vecina Mary Rice hasta que nos topamos al final con una pregunta inquietante.

En Vándalos el conflicto es el pasado, los recuerdos y las conspiraciones del pensamiento. Los personajes de Carver son como un escritor, unos mirones constantes de los gestos de otros y eso se refleja en el narrador de este relato.

Y finalmente el último cuento, "Si me necesitas, llámame" repite el tema del matrimonio en crisis resuelto a través de la imagen de unos caballos blancos que surgen de la niebla.

Los cuentos de Carver, quien fue no solo narrador sino poeta, noquean a sus lectores en un momento inesperado y extraen de la cotidianidad una nueva magia, como expresa el mismo autor en este link http://www.literatura.us/idiomas/rc_escribir.html.


Si me necesitas llámame
Raymond Carver
Anagrama, Barcelona
2001